Hace poco me detuve a observar un momento un restaurante que me agradaba, pero ya tiene tiempo que no visito. A pesar de ello, forma parte de mi trayecto habitual, por lo que me es visible con cierta frecuencia. Es un lugar pequeño, sencillo y bien ubicado. Lo que me llamó la atención es haber notado que sus empleados, los cuales, por el tamaño del lugar, no suman más de 7, ya no son los mismos de hace 2 meses.
Todos, absolutamente todos (cajera, meseros, parrillero, taquero) ya son empleados nuevos. Es algo que lógicamente me extraña, pero a la vez no tanto, y eso se debe a que, según sé, no es la primera vez que ocurre en ese lugar. Muy por el contrario, se ha convertido en una especie de costumbre el tener trabajadores distintos con cierta periodicidad.
¿Por qué ocurre esto? Al haber tenido, hace relativamente poco tiempo, un contacto cercano con este lugar, supe de manera directa que el equipo de trabajo no se sentía muy a gusto laborando ahí. Sueldos bajos, horarios extenuantes, alta exigencia, pocas compensaciones, le hacía pensar a cada colaborador que era menester buscar otra forma de subsistir. Ya veo que lo hicieron.
Esta situación me hace preguntarme ¿qué pensará el dueño de este lugar? ¿De alguna forma le será cómodo tener que cambiar de empleados en tiempos tan cortos? ¿Le es acaso conveniente?
SEÑOR TENDERO, MI AMIGO Y PROVEEDOR DE CONFIANZA
Recuerdo que, cuando era niño, solía acompañar a mi abuelito a caminar por las calles. Me gustaba escuchar su amena plática, y a él le confortaba, supongo, mi paciencia y atención a sus historias, siempre vastas y diversas.
Entre lo que más captaba mi atención, era la forma en que se dirigía a los tenderos de la mayoría de los locales comerciales que nos rodeaban. Era gente, hombres y mujeres de distintas edades, que le hablaban con una gran familiaridad, que de hecho era mutua. Se notaba claramente que existía una confianza, no solo como cliente (que vaya que lo era) sino un gusto auténtico de ver en el comprador a un amigo y lo mismo hacia el vendedor. Era una relación que inspiraba a consumir, y a quedarse un rato conversando sobre trivialidades de la vida.
RELACIONES A LARGO PLAZO. ESTABILIDAD Y VENTAS ASEGURADAS
Hoy, mucha gente se queja que ese tipo de relaciones con su tendero van desapareciendo. De entrada, porque esas tiendas, al parecer, van en franco camino a la extinción. No estoy seguro que así sea en su totalidad, pero sí pienso que es muy probable que hace falta generar más empatía hacia el cliente, como los ejemplos que he mencionado. Que el cliente converse con gusto, si así lo desea, además de comprar, incluso con puntualidad y definitivamente con satisfacción, ese producto o servicio que ha pasado a convertirse en parte de su vida.
Este par de casos (el equipo de trabajo que es reemplazado en su totalidad, o el cliente gustoso de visitar a sus comercios de confianza) me muestran un contraste digo de analizarse. No obstante, coinciden en un punto crucial, que es la generación de relaciones a largo plazo.
Cambiar, evolucionar, para no morir. Parece una máxima que se repite a modo de mantra en la actualidad, como si se tuviese la clave para, justamente, asegurar una “correcta evolución”.
Se menciona constantemente la necesidad de soltar, dejar ir, cerrar ciclos, pero poco, muy poco se habla de conservar, de cuidar relaciones, de enfrentar adversidades sin necesidad de cambiar una y otra vez (tanto como que en solo dos meses el equipo de trabajo que labora en un pequeño restaurante sea otro, completamente distinto). ¿Por qué no fomentar relaciones duraderas, que otorguen credibilidad a una empresa, a un proyecto, a un equipo estable, a objetivos mutuos, a visiones conjuntas?
ENCONTRAR EL EQUILIBRIO ENTRE CAMBIAR O AÑADIR
Puede pensarse que estoy apelando por equipos laborales que sean siempre los mismos, que no cambien, que no muten, incluso hasta que se estanquen. No es esa mi intención. Apuesto más a la idea de añadir valores a grupos en apariencia consolidados, que a crearse una especie de congregación inamovible y sin transformación. Eso también es nocivo, y mucho.
Es natural que alguien decida “cambiar de aires”, buscar otros caminos, otros terrenos, algo más adecuado para expresar su talento, pero de ahí a que todos se vayan, es porque algo grave está sucediendo.
Es muy difícil que, si entre nuestras aspiraciones está venderle a una gran cantidad de clientes, logremos ser empáticos con todos, conversar de forma amistosa, cálida y personalizada. Es muy difícil, pero ¿y si lo procuráramos?
Hay quien dice que es muy agradable para casi cualquier individuo que se le llame por su nombre, cuando forma parte de un grupo nutrido, ya sea de clientes, estudiantes, espectadores, lo que se nos ocurra. El escuchar el propio nombre como una atención, es algo que incluso resulta halagador.
Formemos relaciones a largo plazo. Comencemos a añadir talentos que se adhieran o quizá reemplacen a los que buscan otros vuelos. Pero no permitamos convertirnos en una especie de pasarela que solo ve desfilar (e irse para no volver) a compañeros y a consumidores. Eso, para nada da confianza ni credibilidad.
Fomentemos relaciones que persistan a pesar de las circunstancias en contra, a pesar de las crisis e incluso a pesar de los triunfos.
Que nuestro nombre, como emprendedores, sea asimismo sinónimo de confianza, estabilidad y empatía. Entonces, y con toda convicción, podremos hablar de grandes relaciones que hemos formado con otros humanos.
REFERENCIAS
https://biddown.com/relaciones-largo-plazo-proveedores-5-razones-no-dudar-mas/
https://cio.com.mx/tips-para-construir-relaciones-laborales-de-largo-plazo/
https://estilodevidaweb.com/relacion-con-el-cliente/